Cada mañana abro los ojos y lloro, con lágrimas o sin ellas.
La claridad me ciega,
y me levanto de la cama abandonando mi decúbito prono.
Cada jornada repto hasta que aprendo a andar, voy a la cocina y al baño,
a bañar mis ojos, mi boca, mi cuerpo y mi esencia,
a triturar la comida y las dificultades.
Cada día debo aprender a hablar y a reír.
Resurjo completamente inocente,
así que cada día necesito aprender
a relacionarme con la gente como alguien que olvidó su ingenuidad,
tengo que abandonar mi fantasía y mi ilusión por cada nuevo hallazgo,
procuro camuflar mis sueños inalcanzables,
mis rabietas y mi patente locura.
Quizá por ello padezco.
No quiero que me comprendan,
pero me sentiría mejor si percibiera a más renacidos como yo,
o por lo menos, si supiera de dónde vengo...
Me resulta muy contradictorio el hecho de nacer cada mañana
y ser consciente del nacimiento.
Seguramente querría ignorar que mañana volveré a venir al mundo nuevamente,
porque renacer cada jornada,
supone fallecer cada noche, y así me encuentro,
redactándote éste epitafio mientras vivo y muero una vez más,
sabiendo que cada mañana volveré a renacer a tu lado.
Canet.
http://canetpoet.blogspot.mx/